Un montón de gotas cayendo a un ritmo que se hace eterno. Una, otra. Otra después. Al principio comenzaste a pararlas con las manos, sin dejarlas caer, intentando juntarlas. Luego buscabas algo que las parase desde atrás, que activase una barrera y jamás se volvieran a caer. Al final, te das por vencido y te dedicas a observar mientras los párpados se caen y los suspiros salen de lo más profundo.
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