Recuerdo que en unos libros de primaria, para que los niños aprendiesen a redactar y a imaginar, te ponían una actividad. En dos frases te comenzaban una historia, te daban poco más que "Érase una vez". Tú tenías que seguir, y por alguna extraña razón el profesor se mostraba interesado en lo que yo contaba. Supongo que no lo hacía mal.
No sabe que gracias a eso empecé a escribir. Que posiblemente gracias a eso sigo viva.